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lunes, 26 de abril de 2010

TECNOLOGÍA Y OPTIMISMO

Ideología y optimismo tecnológico
No requiere demasiado esfuerzo comprobar que el discurso sobre la tecnología
--rigurosamente podríamos decir. el discurso de la tecnología-- ha ido ocupando el lugar político que hasta hace pocas décadas era cubierto por alegatos vinculados al orden social, económico o moral de los pueblos. La imaginación colectiva contemporánea, por ejemplo, se dejó penetrar en un tiempo sorprendentemente breve por una idea exclusiva: "la llegada de la sociedad de la información". En un salto de audacia, esta idea pretende encontrar una clave explicativa a la totalidad de la compleja trama que constituye el concepto de sociedad. Pero tan sorprendente como la rapidez con la que se expandió es la docilidad manifestada por el imaginario colectivo: sin resistencia, "sociedad de la información" se volvió doxa, opinión corriente. Todo parece haber estado preparado para la bienvenida y de allí la euforia que atraviesa el anuncio de la llegada. Una llegada que subraya sus dos significados: arribo y culminación; cumplimiento de una promesa. Nueva "anunciación" que parodia la del arcángel Gabriel. La diferencia entre una y otra anunciación, sin embargo, no es nada desdeñable: mientras el emisario del relato bíblico, el nuncio, confirma el misterio fundante del mundo, los anuncios sobre las autopistas de la información resuelven el enigma del futuro.
¿Cómo y por qué hemos llegado hasta aquí? El interrogante habita con persistente inquietud los estudios que intentan comprender el comportamiento de las sociedades actuales. Pero también habita las preocupaciones de quienes no se resignan a comprobar que 'Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie". El espíritu de la afirmación de Walter Benjamin ha sido indagado desde todos los saberes, incluidos la filosofía, la literatura o la teología. Ninguna respuesta es del todo convincente. En lo que sigue tratamos de explorar, fragmentariamente, algunos datos sobre la técnica convertida en ideología y el optimismo que la sustenta, hijo de la razón y del progreso. Señalamos, igualmente, el papel intelectual de dos hombres sin los cuales nuestra época no sería lo que es.
Ideología y pensar técnico
El pensar técnico, en nuestros días, no necesita máscaras: se ha vuelto, él mismo, ideología dominante. Y tal vez esa circunstancia nos coloque ante una oportunidad sin precedentes: despojado de lastre, nuestro pensamiento admite la posibilidad de reflexionar con más nitidez sobre la ideología de la técnica. El camino no es fácil. La ideología de la técnica ha realizado una jugada maestra al sustentar que todas las ideologías han concluido. La tecnología, en realidad, intenta marginarse del campo del discurso -lugar de la ideología y de la disputa- para erigirse como transparencia. Impone hablar de ella sólo desde ella misma, en un tautológico ser lo que es que la instala en un ámbito de sacralidad. Indiscutible. La tecnología desdibuja su lugar en la historia construyendo su propia historia, que aparece como una sucesión de triunfos del hombre sobre lo que lo rodea. El optimismo que atraviesa la tecnología se enraíza en una doble convicción: el hombre, a través del progreso, tiene un camino ya trazado en el mundo y la tecnología es la cifra que le permite conducirse adecuadamente por ese camino. En el límite, la tecnología es el medio en el que (no con el que) los seres humanos se constituyen como tales. Tal, al menos, lo que señala Norbert Bolz como característica del hombre moderno. Profesor de la Universidad de Essen, Alemania, Norbert Bolz sostiene que durante la Era Moderna el hombre ha sufrido tres humillaciones narcisistas sustanciales: la primera lo excluyó del lugar predominante en el Universo al demostrarse que la Tierra no es el centro del mundo; la segunda se la infirió el psicoanálisis al mostrar que "el yo no es amo en su propia casa". La tercera humillación se verifica ante nuestros ojos: la inteligencia artificial "se dispone a poner en tela de juicio nuestro último y glorioso bastión: el pensamiento". Los "datos" han dejado de ser instrumentos utilizados por el hombre, dado que "él mismo es insertado en los circuitos de realimentación". En consecuencia -insiste Bolz- "el hombre ya no es usuario de la herramienta sino momento de conexión en el conjunto de medios".


Publicado por: María Astigarraga Vasconi

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